viernes, 19 de mayo de 2017


Cosas que me ponen de buen humor.

Con la poesía he tenido (tengo todavía) una relación accidentada, más bien. Siempre (desde Gloria Fuertes en la tele, me parece, pero igual no tiene que ver) me ha costado asumir el artificio, porque artificio me pareció siempre el asunto de la rima y la métrica. (Culpa mía, en cualquier caso. Nada que reprochar a nadie que no sea yo.) De manera periódica, y a lo largo de los últimos años, me he acercado a algunos (algunas, casi siempre) poetas, buscando. He encontrado, a veces, ventanas por las que colarme, y jardines en los que sentarme a pasar un tiempo. Me he dado también en las narices con unos cuantos muros de cemento, con alguna puerta cerrada a cal y canto.

Dejo aquí algunos jardines recientes.


Estos días pasados he disfrutado con el último poemario de Luna Miguel, El arrecife de las sirenas: no me canso de leer la secuencia del viaje a Japón. A ella la conozco de libros anteriores y de su actividad en las redes. También a María Sánchez, que ha publicado Cuaderno de campo. Y a Jean Murdock, de la que me ha llegado hoy mismo Los poetas que no fueron. (Esto, para los que arrugan la nariz cuando ven internet y poesía compartir frase.)


Con Elena Medel me pasó algo curioso: buscaba otro libro, y encontré Un día negro en una casa de mentira, que reúne sus trabajos anteriores. Lo hojeé porque de algo me sonaba el nombre, y descubrí un capítulo titulado Un soplo en el corazón, como el disco de Family: catorce poemas, uno por cada canción. Una de esas bobadas por las que me dejo guiar, casi siempre felices.




Alicia Álvarez es la mitad de Pauline en la playa (seguimos con pop), y hace tiempo que andaba detrás de hacerme con este La aguóloga; recuerdo alguna excursión desnortada por las calles de Gijón buscando una librería donde imaginaba que podría encontrarlo, pero lo que no encontré fue la tienda.




Todo bien.

Días tranquilos en el edificio Baxter.

No hay comentarios:

Publicar un comentario