miércoles, 20 de enero de 2016



Fulgencio Pimentel ha editado, con el mimo habitual, un libro que se llama Sirio y que está firmado por Martín López Lam. Un libro que, en la web de la editorial, definen como thriller terrenal: ahí hablan también de texturas y atmósferas, de Mazzuchelli y de Hayashi, de Cheever y de Carver. Son maneras de contextualizar, puntos de referencia, claves.




Lo he leído estos días y lo tengo a mano todavía. Me gusta hojearlo, me gusta perderme en sus imágenes. Cuenta una historia intensa, y lo hace con sobreentendidos y con elipsis, pero también con la expresividad de unas imágenes potentes, barrocas a veces, deslumbrantes. Sirio es un libro sensual y sensorial. La literatura no está en sus palabras, o no solamente: el peso  recae sobre todo en lo gráfico, en la elección de colores, en el sampleado de viñetas ajenas, en la saturación. También en los silencios, y en los sonidos que pueblan las noches: todo lo que no son palabras, todo lo que sustituye a las palabras.




Me ha recordado, sin que tenga nada que ver y aunque en lo formal estén en polos opuestos (y porque mi cabeza funciona así), a ese libro de Sinsentido que pasó demasiado desapercibido: Barcazza, de Francesco Cattani.


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